martes, 12 de mayo de 2020

Masonería Líquida

Masonería Líquida 

Carlos Vera Quintana
QCCC Ecuador
11 mayo 2020

En tiempos de pandemia, de reclusión y estallido interno, la masonería de cuatro paredes, la que se negaba a dejar los templos, aquella con dificultad para asimilar los cambios sociales de la nueva era de comunicación, información y tecnología, o de máxima limitación a determinados círculos de reconocimiento,  está dejando su estado sólido, como diría Zygmunt Bauman, adaptándose al recipiente en que ha de habitar: el ser humano en toda su dimensión y oportunidad, fraternal y solidario, humano y gregario. 

Cómo nunca antes en la historia, los hermanos se reúnen y comparten por doquier en los más reconfortantes grupos, desde decenas, hasta varias centenas, unidos por la fraternidad y la tecnología, dejando de lado los temas jurisdiccionales y las discusiones del estado sólido, para avanzar hacia una masonería universal que, temporalmente al menos, dejó de lado los rituales y las constituciones, para priorizar los principios y valores propios de la Orden, que inexplicablemente fueron relegados por el egoísmo y los afanes de protagonismo, pretendiendo cada visión ser la correcta y única. 

La masonería líquida fluye en toda dimensión y sentido, impulsada a nivel en cada vaso comunicante que va copando, y se adapta sin cambiar y sin detenerse, logrando en su nuevo estado llegar hasta lo más íntimo de nosotros, siempre de adentro hacia afuera. Y ahí radica la importancia de esta nueva dimensión masónica: sin latencias ni limitaciones, demostrando que la luz se propaga alcanzándonos con su máxima energía donde quiera que estemos. 

Si nos preguntamos si habremos de retornar al estado sólido, es muy posible que si, si se imponen el Statu Quo y las rigurosidades del estado sólido tradicional, pero la fraternidad tendrá un nuevo lugar, acercándose al real idea de masonería universal líquida que todos aspiramos y que ahora hemos comprobado que es posible. 

Hay que repensar la masonería y repensarnos los masones, para que siempre haya lugar a que fluya la fraternidad, sin que su forma se pierda, pues ya hemos probado que fluye mejor cuanto  más líquida es. 


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